Datos personales

domingo, 26 de octubre de 2008

HASTA LUEGO

Madrid, hoy gris, lluvioso, frío...

Me esperas en nuestro sitio de siempre, y hoy llego tarde. He leído tu mensaje y trato de no hacerte esperar. Te veo desde lejos y, una vez más, me siento afortunada por haberte encontrado.

Me acerco, te saludo, y me hundo una vez más en la calma del mar de tus ojos. Sí, esta náufraga encontró al fin su mar en calma y dejó de luchar contra las olas, de sufrir los caprichos de los vientos y ahora se deja mecer suavemente mientras la brisa juega con su pelo y el sol acaricia su rostro, y una voz dulce y suave le susurra al oído bellas historias de dioses egipcios...

Te beso, o me besas, o nos besamos. Acaricias mi cara y pienso en qué breve ha sido todo.

Me regalas una rosa, “es muy grande”, dices; y pienso que no tanto como tu corazón. “Lleva un detalle, espero que no se haya caído”. Buusco y encuentro algo que es imposible que tú sepas lo que significa para mí, y aún así me lo has querido regalar. Una muestra más del maravilloso mundo de las casualidades que vienen ocurriendo entre nosotros. Una pequeña aprte de lo primero que nos unió, un símbolo de lo que inicialmente me acercó a tí, o más bien, de lo que hizo que tú te quisieras acercar a mí y de algo que nos apasiona de igual modo a ambos.

Hoy no es un día como los otros, hoy no es un día más, hoy la separación flota en el aire, el sentimiento de brevedad, de rebelión ante caminos que se separan...

El final de este día no cabe en estas líneas... aún no...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Claro que no, aún no, y por mucho tiempo no será asi.

““Cariño, voy a tener que irme…”

Sentados a horcajadas en el banco, apuramos los últimos momentos juntos. Yo había estado muy enfadado con el mundo por esos días que debíamos haber vivido en un puro abrazo, sumergidos uno en los ojos del otro, pero que por circunstancias inevitables habíamos estado separados. Todo eso se pasó cuando llegaste y pude tenerte entre mis brazos una vez más. Pero ahora llegaba el momento de la separación. Nos abrazamos en el banco aquel, como queriendo retener el momento en una eternidad imposible, como queriendo echar raíces y convertirnos en dos árboles unidos por las ramas. Pero no podía ser. Nos levantamos de allí, nos miramos a los ojos una vez más, y el último beso fue como un resumen de todo lo vivido, una culminación. Casi cuando te ibas, extendí mi mano y rozamos nuestros dedos en un último contacto…”

En sus jardines, Destino sonrió al leer ese párrafo de su libro. Él sabe, como intuimos nosotros, que sólo es el prólogo de una historia.mucho más larga y hermosa.